20 jul. 2009

De despedida

Aquel lunes acababa de armar la valija cuando vio que sólo quedaba espacio para un beso. De pronto se encontró, sin saber cómo, en una tienda de besos de la que había oído hablar. Entró en silencio. Se dirigió al mostrador, golpeó la mesa y mientras esperaba ser atendida leyó el rótulo de la pared: "Estimado cliente: la empresa no se responsabiliza por daños de terceros".

No podía creer aquello que veía: un extenso surtido de besos ordenados por categoría y nivel de intensidad. Se preguntó si todos esos besos podrían entrar en una misma boca. Ella, a su modo, trató de explicarle la situación al vendedor para obtener asesoramiento. Para cuando terminó de hablar, el comerciante ya había tomado una caja apartada del mostrador y le dio el boceto de un diseño imperfecto.

Al llegar a casa no pudo contener la curiosidad y lo probó antes de irse al aeropuerto. Al principio sintió un toque acaramelado en su paladar, pero luego la sensación pasó a tener un resabio amargo. Ambos sabores se aliaron en una mezcla alquímica, y logró descifrar que aquel sabor era agridulce.

11 jul. 2009

Cambios



Se conocieron hace poco. Vaya uno a saber por qué. Más bien era como si ya se conocieran de otra vida. Pero ahora él la conocía a ella y a sí mismo, porque en realidad no se había conocido nunca; ahora ella lo conocía a él y a sí misma, porque aún habiéndose conocido siempre, nunca se había podido reconocer así.

10 jul. 2009

Toque de queda

"El pasado es un prólogo".
William Shakespeare.

El mayor trauma del niño Anonetoy era su cumpleaños, el cual caía justo en vacaciones de julio. Cada vez que se decidía a festejarlo, pasaba lo siguiente: (A) la gente se iba de vacaciones, (B) la gente se engripaba, (C) la gente estaba estudiando, y (D) la gente no salía de casa a causa del frío.

Anonetoy se decidió a dar pelea en esa fecha que se impuso como un toque de queda, para convertirla en un toque, pero musical. Porque si el tiempo pasa y hace ruido, hay que festejar con más ruido, para tapar al tiempo y que no se escuche. La excusa fue el tributo a Andrés Calamaro: un show en vivo que consistía en tocar una canción por disco, incluyendo la etapa Abuelos de la Nada, Los Rodríguez, y toda su carrera solista. Todo esto licuado con una biografía que relacionaba las canciones con cada etapa de su vida. El narrador era el mismísimo An(onetoy)drés Calamaro.

Se encendió la batiseñal y los miré. Me miraron. Estaba junto a esos ojos que siempre me observaron. Atrás estaba la banda de músicos. Adelante, la de amigos. El Colo se reía, no sé de qué; Guille se prendía un cigarro; Garo se prendía a otra cerveza; y Maxi comía pizza mientras veía a Tato tirar balas de salva a una minita. ¿Melu? Faltó con aviso. Pensar que hace 23 años no los conocía... Qué noche.

Hay pocas oportunidades para decir gracias a la gente que realmente hace la diferencia, y me enorgullece tener la posibilidad de hacerlo ahora. Agradezco a los músicos (Agos, Bruno, Chelo, Diego, Guido, Juan, Max) y a todas aquellos sin los cuales no sería ni un tercio de lo que soy. Cada uno sabrá. Desaría que todos fueran igual de afortunados. Y a vos, que leíste esta última línea y probablemente no comentes, gracias. Hasta la próxima.

6 jul. 2009

Los años no vienen solos


Lluvia, algo que acompaña el 80% de mis cumpleaños.
Ya estoy acostumbrado.