
Por fin se apresuró a decirme algo que entendí como el efecto dilución de la muerte. Básico, cae uno y al toque caen los otros. De alguna forma esos ojos me decían que también ella se estaba apagando. A un año de la muerte de Beba, y a un día de la muerte de Marta. Todas se están diluyendo. Algo absorbe toda esa energía que las había mantenido unidas; y ese algo es razón suficiente para abandonar la vigilia. Susana, sin saberlo y dando el ejemplo, me enseñó de la muerte. A mirarla de frente. A no bajar la mirada, a pesar de todo.
A Marta y Beba, del linaje de las águilas. ¡Qué se las quiere!