
Hablaba con Ella, que me contaba de Su baño en aguas transparentes: muy cerca de una foca marina. Corté el teléfono, viéndome tumbado en la cama.
Precisamente como una foca varada.
A lo lejos divisé un mosquito. Paré la oreja. Escuché que protestaba contra la proliferación de Fiebre Amarilla, Malaria, Dengue, Pie de Atleta, y otras epidemias que su especie (del orden de los Dípteros Nematóceros) difundía sobre la nuestra (del orden de los Desordenados). El muy abstemio, delgado como una i, rehusaba a su condición hematófaga mediante una huelga. Se había encadenado por motu proprio a una telaraña. Y murió como un mártir.
Alrededor de una lamparita que servía de fogón nocturno se formó una ronda de mosquitos. Un mosquito filósofo y predicador lideraba la sesión. Tenía un acento petulante. Sin prestarme atención les decía: “Acaso se preguntaron si su sangre es suya o de los que pican (…) Precisamente por eso todos somos hermanos de sangre (…) Y la sangre derramada es la fuente de vida eterna”. Sus afirmaciones golpeaban el armario. Luego de unos minutos concluyó categóricamente:
-Porque nada se destruye. Todo se transforma.
-Aflojale Drexler -gritó uno mientras simulaba una tos. Pero por encima de la muchedumbre un mosquito orondo, caníbal y fanático se abalanzó súbitamente sobre el Mesías de los mosquitos, succionando junto con la sangre toda la esperanza que el pueblo había depositado sobre él. Y murió como un mártir.
Yo digo ¿no?, estas nuevas generaciones se están degenerando.
Precisamente como una foca varada.
A lo lejos divisé un mosquito. Paré la oreja. Escuché que protestaba contra la proliferación de Fiebre Amarilla, Malaria, Dengue, Pie de Atleta, y otras epidemias que su especie (del orden de los Dípteros Nematóceros) difundía sobre la nuestra (del orden de los Desordenados). El muy abstemio, delgado como una i, rehusaba a su condición hematófaga mediante una huelga. Se había encadenado por motu proprio a una telaraña. Y murió como un mártir.
Alrededor de una lamparita que servía de fogón nocturno se formó una ronda de mosquitos. Un mosquito filósofo y predicador lideraba la sesión. Tenía un acento petulante. Sin prestarme atención les decía: “Acaso se preguntaron si su sangre es suya o de los que pican (…) Precisamente por eso todos somos hermanos de sangre (…) Y la sangre derramada es la fuente de vida eterna”. Sus afirmaciones golpeaban el armario. Luego de unos minutos concluyó categóricamente:
-Porque nada se destruye. Todo se transforma.
-Aflojale Drexler -gritó uno mientras simulaba una tos. Pero por encima de la muchedumbre un mosquito orondo, caníbal y fanático se abalanzó súbitamente sobre el Mesías de los mosquitos, succionando junto con la sangre toda la esperanza que el pueblo había depositado sobre él. Y murió como un mártir.
Yo digo ¿no?, estas nuevas generaciones se están degenerando.