
Afirmaba que la carne brotaba de los supermercados. Pero el ingenuo se equivocaba. El pequeño Anonetoy miraba atónito con ojos de luna llena. El muy… verdugo lo decapitó a metro y medio del que hace seis años había salido del repollo. Y la cabeza del re/pollo rebotó. Rebozó de alegría durante unos minutos. Se tiño el pasto de sangre. No me causó gracia. Y odié de por vida (bueno, de por días) al que se hacía llamar papá. Gallina.
En la noche cené pollo. Me lo comí sin pestañar. Pero yo no sabía. Lo juro. Si bien puede parecer una gilada dolerse por seres que entre sí no tienen la páctica del duelo; ahora sí, después de tanto, pido perdón. Mal yo.