Dicen que cuando alguien olvida algo en la casa de otra persona es porque quiere volver. Dicen. Quizá por eso pasó lo que pasó.
Él no vivía de ninguna promesa. Sólo disfrutaba el momento, única y exclusivamente. Así que se sumergió en su abrigo y se fue sin hacer ruido. No olvidó nada. Nada de nada.
Ese día la dejó. No estaba acostumbrado a las despedidas.
3 comentarios:
Uf, golpe bajo.
La imagen es la frutilla de la torta. Grande!
Ouch. ¡Buen microcuento! La sinceridad emocional se huele a lo lejos...
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