Nada como llegar a la cima y sentarse a descansar sobre un roca mientras los ojos se salen de las órbitas. Entonces saco los poemas del abuelo Martín y los leo por primera vez desde su muerte. Mientras tanto, los árboles gimen.
Siempre supe que los iba a leer ahí. Desde que tengo conciencia, en cada uno de sus cumpleaños El póstumo (ese era su seudónimo) anunciaba con ironía y sencillez la cercanía de la muerte, sin que nadie lo tomara en serio. Hace mucho, entre una turba de parientes y amigos, lo escuché decir que la vejez era perjudicial para la salud. Hoy lo recuerdo y me vuelvo a reír.
Tenía 94 años.
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1 comentario:
¿Ya te cagas como Dosil! Je, je.
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