11 may. 2008

Laura


Del portero, ni rastro. Se había ido hace mucho. El edificio estaba tan vacío que con cada risa que se filtraba, las paredes se contagiaban. Aunque creía dirigirse al ascensor, la realidad mostraba a un pobre tipo dándose tumbos contra la pared.

Si me bajo dos pisos antes, y camino por las escaleras, mamá no se entera, pensó. El ascensor detuvo su marcha, pero en el piso equivocado. Laura, la vecinita, lo saludó. Era el momento para echarle los perros de una vez por todas, y de última, como plan b, atribuirle toda culpa al alcohol al día siguiente. Petrificado, sin que el sistema nervioso correspondiera estímulo con reacción, se quedó mudo.

Una vez descalzo, subió las escaleras y abrió la puerta con cautela. Ya acostado, con los ojos cerrados, sintió que estaba en el Rock & Samba. Acoples, bombos, Laura. Eso, mañana se lo digo. Acoples, Laura, Laura.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Laura no está. Laura se fue. Laura se escapa de mi vida.

Minerva dijo...

La imaginación siempre va un paso adelante y nos saca del apuro con una catarsis justa para evitar el desastre.

Anonetoy dijo...

Aunque a veces, Minerva, el que calla otorga.

Anónimo dijo...

¡Borrachera, borrachera!
Hip hip hurra.

Anónimo dijo...

¡Borrachera, borrachera!
Hip hip hurra.

Anonetoy dijo...

El comentario vino con hipo, Romi.