9 nov. 2009

Claro que te acordás

Para leer mientras se escucha esta canción:


Al tenerla ahí adelante, tan altiva y distante, no la tendría nunca más. Aquel recuerdo se evaporaba. De un momento a otro se veía obligado a rehuir de esa última imagen atesorada como la postal de la infancia. Esta nueva foto no tenía trenzas de oro ni aparatos fijos. No olvidaba, desde luego, la escena en la que media escuela se rió en su cara y lloró como recién nacido. Aquella tarde ella le regaló cinco tímidas palabras. Era (¿es?, ¿seguirá siendo?) la nena más linda de la generación.

Al parecer, esa mujercita menuda como princesa de torta se había convertido en una reina de labios carmesí. Él supo poner su mejor cara de póquer, como cada vez que le venían unos nervios indomables. La miró una y otra vez. Ahora que el miedo y la timidez no le cerraban la garganta alcanzaría a decirle un Tanto tiempo, no me digas, mirá vos. No obstante, ella también podría hacer lo suyo y acercarse. No pedía un abrazo que lo dejara a la deriva. Bastaba con que levantara las cejas (un poco nomás) justo antes de decirle:

-Hey.

2 nov. 2009

La ignorancia que nos parió

El humo subía en volutas. Soltó un arito de humo y dijo:

-Entonces sos hijo putativo.
-¿Cómo, cómo, cómo? -dijo desorientado el otro.
-Nada, que sos un hijo putativo...
-Mirá estúpido, con mi madre no te metas. Y mejor rajá porque te voy a untar dedos en toda la cara.

La nube de humo y él se alejaron.