26 oct. 2006

Reloj solar


Ayer dormí en la azotea. El calor me rompía la crisma. Un poco de agua en la nuca evaporó la molestia. Éramos, en orden ascendente, el colchón de hormigón, la almohada mullida, Anonetoy (al igual que Maradona, tercera persona) y la frazada. La simple idea de dormir en posición fetal era en vano; me rompía la cadera. Boca abajo el teclado se desafinaba. Ergo, boca arriba y... Zas, fin del problema.

La paz era general. El Iodo marino sedaba la visión, no había rastro de mosquitos devoradores de dedos gordos, y el recolector de basura dio la última campanada. La calidad del hotel empeoraba con el paso del tiempo. Las nubes, comiendo estrellas, pronosticaban tormenta. Una bandada de pájaros, que a esa altura parecían mariposas, volaba como una flecha lanzada por la tormenta. Se perdió la esperanza de levantarme con el reloj solar. Eso no fue molestia. A las siete de la mañana tuve que despertarme. Se ahogó toda expectativa.

23 oct. 2006

¡¿Por qué?!






















Yendo de la cama al baño surgen interrogantes que, por más que lo intente, no encuentran respuestas.
Reflexiones de un abrir y cerrar de bragueta:

¿Por qué Tarzán, viviendo en la selva, está siempe afeitado?
¿Qué había adentro del cono de Nubeluz?
¿Por qué el Planetario está en el zoológico?
¿Por qué el pato Donald anda siempre con la pelvis al aire y después de bañarse se pone una bata?

¡¿Por qué?!
¡Arrgh!
Estoy despabilado.

La foto me la dio Paula, pero Paula no es la fotografiada.

18 oct. 2006

Pirotecnia casera


Con la primavera los árboles cambian de look. Mientras algunos se tiñen el pelo, otros adornan sus cuellos. Es entendible, es la estación glamorosa. Se atiborran de claveles del aire y los relucen con desdén ante los transeúntes que desfilan constantemente. La foto muestra un ejemplar de Bulevar Artigas y Solano García. El clavel del aire no es un parásito, sino por el contrario una planta epífita. Su belleza es indescriptible. Por eso me limito a mostrar la foto. Basta un clic para realzar la belleza. No echan raíces ni tampoco se nutren de los árboles. Simplemente se fijan en ellos y, a través de sus hojas, absorben del aire tanto agua como nutrientes. No pagan alquiler. Tampoco molestan al casero.

Si las personas fueran claveles todo cambiaría. No habría injusticias. La explotación no estaría en el diccionario. Pero, bien sé que no se puede vivir del aire. Tampoco es recomendable vagar por el mundo sin echar raíces. Las raíces me enseñaron a estimar a estos seres. Desde pequeño, lo más divertido de armar una fogata era colmarla de claveles. Era pirotecnia casera. Con un poco de fuego el estruendo desprendido me dejaba boquiabierto. Ahora comprendo que la única diferencia entre la juventud y la adultez se encuentra en la preferencia por ruidos o colores.

Hace unos días fui a parar con uno que dormía en el piso. Lo guardé en la mochila. Ahora yace en el ropero. Lentamente muda de un verde marino a un gris decrépito. Estoy ansioso. Lo guardo para Navidad.

15 oct. 2006

A su salud



Alcemos las copas. Habemus blog. Felicitaciones Mauri por el nacimiento de tu blog. Por eso amigo, confidente, escritor prodigio, eunuco; brindo a tu salud. Y cuidar su salud es tan importante como una buena lectura, por eso
1) Cuídese, respete la receta médica.
2) NO lea sickblogmab.blogspot.com.

Es un consejo de Anonetoy©.

Y si de animales hablamos, hay más chivos: giro360, alnonino, satiroblanco, pobreloco, futbolflama, eresfea, mipaisinventado... A todos ustedes, gracias totales.

Debo aclarar que esta publicity no está mediada por dinero. Con su prima me basta. Para los malpensados –eimb- me refiero a la acepción de prima como premio o recompensa.

4 oct. 2006

Tierra santa




















Hace seis años que no piso el estadio centenario. Hace seis años me descalcé por última vez antes de pisar tierra santa. Aquella vez no vi la zarza arder en llamas. Más bien, me incendié en cólera. Fue la última vez que pisé tierra santa.

Soy ateo futbolísticamente hablando. La pira bautismal fue Nacional, pero para cuando adquirí conciencia me auto excomulgué. Arranqué la remera de los 100 años del club Nacional de “Football” (nostalgia inmigratoria) de mi placard; y de mi corazón.

- No hincho por ninguno- digo entre dientes, y cabizbajo, ante la pregunta letal. Lo paradójico es que soy practicante, no vehemente, pero practicante al fin. El martes previo al partido Nacional-Boca quise redimirme y confesarme en la ventanilla de entradas. Fue en vano. Aproximadamente 40 revendedores tenían las inquisiciones. Revoloteaban como moscas sobre el coloso de cemento. Lo que valía 110$ lo vendían a 300$. Que hipócritas, pensé. Me santigué y, despidiéndome con la frente marchita, elevé la mirada hacia la Torre de los homenajes. Amén.